Para ellos supone un momento de nervios, estrés (a menudo tristeza), miedo... en fin, un gran nudo en el estómago. Para los padres, liberación y felicidad extrema. Nos referimos a la vuelta al colegio, claro. Y es que, aunque nos gustaría negarlo, las vacaciones son tan largas, que llega un momento en el que los padres deseamos fervientemente tener un respiro ( y sí, poder, al fin, dejar de hacer encaje de bolillos para poder compaginar trabajo y vacaciones escolares).
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