Se ha comprobado que los peques que usan chupón logran vencer más fácil ese hábito que los que prefieren el dedo, y es muy simple, el chupón se irá un día, los dedos, ¡jamás!
Por otro lado, la consistencia dura del dedo, frente a la más flexible del chupón, hace que chuparse el dedo tenga problemas maxilofaciales, dentales y del lenguaje, dependiendo de la frecuencia, intensidad y tiempo de duración de esta costumbre, especialmente si se mantiene más allá de los cuatro años de edad. Entre estas complicaciones se encuentran:
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Desplazamiento hacia delante de los dientes superiores y hacia detrás de los inferiores.
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Mordida abierta debido a la falta de contacto entre los incisivos superiores e inferiores al morder.
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Deformación del paladar, debido al empuje del dedo.
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La mala posición de la lengua en relación al maxilar por la interposición del dedo hace que no se desarrolle al mismo ritmo que el resto de macizo facial.
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Alteraciones del lenguaje a consecuencias de la modificación de los dientes, lengua y paladar, elementos que intervienen en la fonación, la pronunciación de determinados fonemas, lo que da lugar a dislalias, ceceo y el seseo.
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