El afecto forzado tiene como desventaja enseñar a los niños a engañar sobre sus sentimientos, a manipular a los demás, a perder el cariño y les enseña que no son dueños de su propio cuerpo y que cualquier adulto puede forzarlos a hacer algo que no quieran.
Katia Hetter, autora del artículo “No soy dueño del cuerpo de mi hijo”, sostiene que el afecto forzado capaz de obligar al menor a tocar gente cuando no quieren hacerlo, los torna vulnerables a abusos sexuales. Afirma que forzar a los niños a mostrar afecto cuando no quieren hacerlo, tiene impacto en sus relaciones durante la adolescencia ya que “si le enseñas a usar su cuerpo para satisfacer a alguien bajo tu autoridad, lo hará bajo la autoridad de cualquiera”.
Lo que debemos hacer como padres es educar a los pequeños haciéndoles saber que siempre deben saludar a las personas, pero que si no se sienten seguros o cómodos al dar un beso, es suficiente un saludo de “buenos días o buenas tardes”. Enseñarles a respetar su cuerpo y que sepan que no deben permitir ser tocados, si eso los hace sentir incómodos.
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