Según un estudio realizado a 9000 madres y sus hijos, se comprobó que los niños de mujeres que consumían Omega-3 durante el embarazo no solamente tenían un coeficiente intelectual más alto, sino también mejor capacidad motora, mejor coordinación entre las manos y el ojo y mayores dotes sociales.
El bajo consumo de Omega-3 durante el embarazo parecía afectar el desarrollo social de los niños, es decir, una incapacidad para hacer amigos, que persistía durante toda la infancia. Los datos arrojaron que 14 % de los niños cuyas madres habían consumido poco Omega-3 durante su embarazo tenían problemas sociales durante su adolescencia, comparado con un 8% entre los adolescentes cuyas madres si habían consumido altas cantidades.
El consumo de alimentos ricos en ácidos grasos ayuda en las funciones neurofisiológicas y en el desarrollo del cerebro y de la visión del feto y los bebés. Pero los resultados de este último estudio parecen indicar que el efecto es mucho más duradero de lo que antes se podía pensar. El cerebro humano es 60% grasa y el 30% de esta grasa está formada por grasas esenciales como Omega-3. El cerebro de un feto necesita ácido graso, pero no puede crearlo solo, porque la única forma de obtenerlo es a través de lo que coma su madre.
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