Los bebés nacen con la piel arrugadita a causa del líquido amniótico, manchada de sangre y cubierta por otros fluidos de la madre. Su protección natural es la cobertura de una grasilla blanquecina pastosa denominada vérnix caseosa. Después de un primer secado y, sobre todo, del primer lavado, la piel del bebé será una de las más suaves y finas que hayamos acariciado nunca.
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