A menudo ocurre. Un calcetín que se rompe y al cabo de unas horas comenzamos a sentir un dolor insoportable en uno de los pies. Al quitarnos el zapato... ¡horror! Uno de los dedos parece estrangulado, rojo y aprisionado en un minúsculo agujero de tela. Esto, que sucede a los mayores, también puede ocurrirle a un bebé. El problema es que él no puede hablar para avisarnos.
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