¡Qué sobresaltos nos llevamos las madres cuando nos llaman del colegio! En décimas de segundo, se nos pasa todo por la cabeza: una brecha o una simple herida, una rotura, un esguince o una pequeña torcedura. Hasta que al otro lado del teléfono no escuchamos que, a pesar de los pesares, el niño está bien, no nos quedamos tranquilas.
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