Ante un “te odio”, démosle un “yo a ti te quiero”. Ante la falta de control, démosle autocontrol. Ante un rechazo, ofrezcámosle un abrazo. Ante una decepción, ofrezcámosle una sonrisa de comprensión. Ante un error, ofrezcámosle un “vuélvelo a intentar y esta vez piénsalo primero”. Ante su tristeza, ofrezcámosle un espacio y un tiempo de reflexión.
Demos a nuestros hijos lo que les hace falta y no lo que se esperan que les demos.
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