Hay quien simplemente aprovecha que se encuentra en un medio acuático, ya sea mar o piscina, tiene a sus niños cerca y dispone de ganas, vacaciones o tiempo y se embarca en la aventura de enseñar a nadar a los niños, a veces con extraordinarios resultados, otras con gravísimas consecuencias para los nervios del adulto y para la integridad moral e incluso física del niño.
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