Una mascarilla facial normalmente se coloca tras una limpieza facial, un análisis de la piel, una exfoliación y de masajes durante un tratamiento facial profesional. Las mascarillas faciales tratan el tipo o condición particular de la piel. Si está seca o deshidratada, la mascarilla debe hidratar la piel. Si tu piel está roja o inflamada, la mascarilla debe calmar el ardor y bajar el enrojecimiento y si tu piel es grasosa, la mascarilla puede ayudar a extraer las impurezas de la piel y mantenerla mate.
Existen mascarillas que hacen la labor de exfoliar, hidratar y matificar, éstas te ayudarán a identificar lo que necesita tu piel. Por ejemplo, una mascarilla hidratante debe tener aceites esenciales como el de Cardamomo y de Geranio, que es restaurador. El Geranio reequilibra la piel de inmediato, reafirma y hace la piel más tersa, al mismo tiempo que recupera la suavidad. Esta mascarilla es ideal para piel cansada o deshidratada.
También existe la mascarilla exfoliante la cual te ayudará a purificar, atenuar irregularidades y renovar a nivel celular tu piel con aceites esenciales de Palmarrosa purificante y de Geranio, restaurador.
Una mascarilla matificante te ayuda a evitar el brillo en la zona T, además de cerrar los poros, hacer que la piel se vea mate, suave, fresca y lo más importante es que unifica la textura de la piel.
Las mascarillas faciales deben permanecer generalmente en la piel por un periodo de 10 a 15 minutos y existen algunas que contienen ingredientes como la arcilla, el lodo negro, la sábila, las algas, los aceites esenciales, los aceites de masaje, las hierbas y las vitaminas. Después de que la mascarilla haya hecho su trabajo, se remueve y para complementar el facial se usa un tónico, suero, crema hidratante, crema para los ojos, bálsamo labial y si es de día, protector solar.
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