Me acuerdo perfectamente el día en que decidí enseñar a mí hija a hacer volteretas. Me acosté boca arriba en la cama y en la tentativa de hacer la voltereta de la mejor manera posible y muy despacio para que ella pudiera seguir mis movimientos, acabé haciéndome daño en las cervicales, a tal punto que he tenido que irme a urgencias porque no conseguía mover el cuello. Vaya, vaya...
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