Muchas veces, empleamos a nuestro hijo como representante del afecto familiar, y nadie niega que los besos de los niños son especiales (un poco húmedos, pero muy sinceros), son de los mejores que se pueden recibir. Pero los niños son los que han de elegir a quién quieren demostrar sus afectos. Si nos pusiéramos por un momento en su lugar, veríamos de lo inapropiado, a veces, de nuestras solicitudes amorosas a terceras personas.
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