viernes, 29 de abril de 2016

¿Por qué les encantan los dulces a los niños?

¿Quién no ha comido muchos dulces cuando era pequeñ@ y hasta terminaba con dolor de estómago? Quizá podemos pensar en glotonería, o bien que el dulce (incluidos los chocolates y demás) en realidad nos hacía felices. En parte así es, los dulces y golosinas sin duda forman parte de nuestra niñez, pero también debemos comprender que sucede por una cuestión genética.

 

Existen diversos factores, como el ambiental y genético, que influyen en nuestras preferencias respecto a la comida, entre ella los dulces. De hecho, explica la investigadora  Elizabeth Phillips, de la Universidad de Arizona, la genética tiene un papel principal en cuanto a nuestros gustos.


Todos nacemos con una predisposición genética para desarrollar preferencias, ya sea por lo salado y lo dulce, y rechazar lo amargo y lo ácido. Pero cuando somos niños tenemos un fuerte gusto por lo dulce debido a que, genéticamente, nuestro cuerpo nos pide una ingesta superior de dulces por su alto contenido en calorías, necesarias para asegurar un buen crecimiento. "Los niños están programados para tener un gusto dulce porque éste satisface una necesidad biológica que los empuja hacia fuentes de energía".

 

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Esta preferencia se desarrolla aún desde antes de la infancia, cuando estamos en la pancita de mamá, ya que muchas de la comida que ella consume pasa a nosotros, siendo el dulce una de las más frecuentes. Es algo así como un reflejo; por ejemplo, si mamá toma mucho jugo de zanahoria, posiblemente la nacer un peque guste mucho de la zanahoria.

 

Los recién nacidos tienen reacciones inmediatas a los sabores dulces y amargos, pero los sabores salados se van desarrollando con el paso del tiempo. De acuerdo con la especialista, esto se debe a que la sal tiene el resto de los minerales que necesitamos para sobrevivir.

 

Además de lo genético, la preferencia por los alimentos dulces cuando pequeños se debe a que existe una estrecha relación entre su consumo y el crecimiento, tal como lo asegura un estudio de la Universidad de Washington y el Centro Monell en Pensilvania, donde se afirma que los niños que crecen rápido sienten mayor preferencia por los dulces, en comparación con los niños de crecimiento lento.

 

La leche materna provee de azúcar al bebé para satisfacer sus necesidades de crecimiento, pero en realidad, los niños pueden consumir dulce solo después del año de edad debido a sus necesidades de energía. Las preferencias por determinados alimentos perduran otros dos años; por ello, este periodo es ideal para consumir nuevos sabores ya que después, difícilmente nos van a gustar determinados alimentos.


En ese sentido, es fundamental guiar a los peques para que elijan y desarrollen el gusto por alimentos saludables que contengan esas cantidades de azúcar que requieren, tales como las frutas, en vez de infinidades de golosinas. Recuerda, lo dulce no es malo, pero siempre en su justa medida. Además, nunca deben brindarse como premio o recompensa.

 

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