La primera vez que me separé de mi hija, ella tenía sólo un mes. Tenía un nudo constante en la garganta. Sin embargo ella no sufrió. Esa noche durmió agarrada a una de mis camisetas, porque al notar mi olor, se tranquilizaba. Esa experiencia me sirvió para entender a mi hija cuando le ocurrió lo mismo al separarse de mi unos meses después, justo en el momento en el que acudía por primera vez a la guardería.
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