viernes, 17 de noviembre de 2017

El odio hacia la mujer se gesta desde etapas tempranas de la vida, revela experta

La psicoanalista  Claudia Rodríguez Acosta comenta que al  hablar de violencia contra la mujer es común pensar en hombres que  intimidan, acosan, amenazan y agreden física o sexualmente a las mujeres,  llegando incluso a matarlas. Sin embargo, la violencia contra la mujer va más allá, implica una profunda devaluación de lo femenino, los ataques no solo son contra las mujeres (por ejemplo también los trasvestis son blanco común) ni tampoco son cometidos específicamente por hombres, además, la violencia tiene muchas facetas y formas de presentarse. El odio hacia la mujer se gesta desde etapas tempranas de la vida y deja huella en lo consciente y en el  inconsciente, tiene que ver con un rechazo de lo femenino, lo cual se relaciona con aquello que es menos, a lo que le falta algo porque está hecho a medias.



Además, si lo pensamos, la madre es la figura a quien se le exige perfección, por lo tanto es hacia quien se dirigen los reclamos por no haber sido suficiente, es la madre que frustra y abandona, o bien, es la figura abnegada que nunca puso un límite a la agresión descargada contra ella, sea como sea, la mujer no se libra tan fácil de quedar presa en un lugar de desventaja ante la mirada no solo del hijo sino también de la sociedad. A pesar de esto no todos los hijos son violentos, ni todos los hombres maltratan, esto va a depender de la historia de cada quien, de qué tanto pudo lidiar con las frustración y enojo al darse cuenta de que su madre (la mujer) no era perfecta, de qué tanto pudo amarla y percibirla como una figura fuerte y valiosa. Entonces, los actos atroces cometidos en contra de la mujer, no solo tienen que ver con la devaluación de lo femenino, sino provienen de una historia particular seguramente llena de carencias, maltrato y transgresiones, que provocó formas perversas y psicóticas de actuar.



Por otro lado, hay hombres machistas que jamás golpearían ni insultarían a una mujer, mucho menos la matarían. Sin embargo, no por eso dejan de considerarla como alguien inferior y débil, creen que es “normal” celarla, piropearla, controlarla o darle el avión “porque habla mucho”, ahí también está presente la violencia pero de una forma más velada. En estos casos el odio hacia lo femenino no es consciente, lo ejercen hombres  que dicen respetar y amar a la mujer pero que están en contra, por ejemplo, de que decida libremente sobre su cuerpo, la culpan si es agredida “porque salió a altas horas de la noche sola y vestida de tal manera” o bien la juzgan por tener comportamientos que no van de acuerdo a su moral. En estos casos la mujer también es fuertemente castigada y menospreciada, incluso por las mismas mujeres.



No solo habría que pensar en el por qué un hombre puede odiar con tanta fuerza a las mujeres, sino también en el por qué muchas mujeres lo permiten. Si bien la violencia aparece por todos lados y afecta también a niñas y jovencitas, la forma más común de maltrato ocurre dentro de la casa, con el novio, el marido o con los hijos. La posición de estas mujeres es difícil ya que no se separan por miedo de estar solas, de no poder solas con sus hijos, de no ser queridas por nadie más. Es un panorama muy complejo ya que en estos casos la mujer es violenta consigo misma al permitir que la violenten. Estos patrones se van transmitiendo y agudizando, es frecuente que al ser maltratada, la mujer se vuelva maltratadora con sus hijos, también es frecuente que el maltrato, sobre todo aquél que no es tan evidente, se considere como algo “normal”. En estos casos es recomendable siempre pedir ayuda profesional, ya que la dinámica de la violencia de género y las relaciones de pareja es muy compleja. Esto únicamente puede cambiar cuando la mujer puede pensar por qué no quiere o no puede salir de ese lugar. Entonces, la violencia contra la mujer solo se puede combatir desde la familia, desde lo particular de cada historia y desde la mujer misma.

 






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