jueves, 23 de febrero de 2017

¿Mi bebé está creciendo bien?

En general, los miedos proceden de la sensación que tienen los padres (en especial los primerizos) de que serán capaces de cuidar bien del bebé y, sobre todo, de saber distinguir cuándo realmente le pasa algo malo. Las preocupaciones más grandes  para los padres es saber si el bebé está mal alimentado, la fiebre, las infecciones y, en bastante menor medida, un posible retraso psicomotor.  

Obsesionados con el percentil

“Raúl nunca fue un niño gordito: comía bien, dormía estupendamente y estaba siempre contento, pero yo vivía preocupada por el poco peso que ganaba. El pediatra me dijo que, efectivamente, estaba por debajo del percentil, pero que no pasaba nada: era su constitución y estaba perfectamente. Pero yo, que toda la vida había identificado –erróneamente, ahora lo sé- la salud infantil con niños rollizos, en mi búsqueda de un gramo de más para mi hijo, llegó un momento en que farmacia que veía, farmacia en la que entraba para pesarlo. Incluso cambiaba de casa porque las farmacéuticas de mi zona ya me empezaban a mirar un poco raro. Raúl tiene ahora cinco años, sigue siendo muy delgado… y goza de una salud de hierro”, nos cuenta Carmen, madre de dos niños de 5 y 3 años.
 
¿Por qué no hay que preocuparse?:
un niño alegre y activo raramente padece alguna enfermedad seria o está mal alimentado (la malnutrición siempre afecta al carácter y a la actividad). El que a los padres les parezca más o menos delgado es otra cosa. Hay que tener en cuenta que los niños no ganan peso de igual manera: engordan más en los primeros meses y lo hacen mucho menos a partir de los 5-6 meses. Si, además, el pediatra descarta cualquier posible patología, lo mejor es no estar pendiente de si es más o menos delgado que otros de su edad. En estas situaciones suele ser útil indagar cómo era alguno de los padres o familiares cercanos a esa edad.  

¿Y si el pediatra me oculta algo?

“Cada vez que llevo a mis hijos al pediatra estoy en tensión. Si le manda una prueba o hace algún gesto raro, pienso que ha detectado algo que no va bien y está buscando la causa. No puedo evitar hacerle mil y un preguntas. De hecho, he tenido que cambiar de pediatra, porque el anterior se molestó conmigo ante mi actitud desconfiada, pero no lo puedo evitar”, relata Isa, madre de tres niños de 4, 2 y 1 año.
 
¿Por qué no hay que preocuparse?:
con mayor o menor tacto, de forma más o menos explícita, todos los pediatras informan a los padres del estado de salud de sus hijos y, si llega el caso, les hacen saber cuándo algo no va bien, remitiéndoles al especialista oportuno. Para evitar esta ansiedad, frecuente en muchos padres primerizos, es muy importante ser concreto en las preguntas les hacemos. Lo ideal es llevar la consulta bien preparada y escribir en un papel todas las dudas que hayan surgido desde la última visita, cualquier síntoma del niño que nos inquiete.
 



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