En alguna ocasión, he tenido que preguntar a mi hijo: ¿para qué tienes la cabeza? Una decisión tomada a la ligera, una solución impulsiva a un problema que ha traído malas consecuencias o hacer algo sin haberlo pensado demasiado son las razones fundamentales por las que les he llamado la atención. Aprender a usar la cabeza o a pensar antes de hacer las cosas es posible sin tropezar dos veces en la misma piedra.
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