Diversos estudios científicos han comprobado que nuestro nombre influye en nuestra vida y éxito más de lo que creemos. Una investigación realizada en 1954 por los psicólogos Albert Ellis y Robert M. Benchley, concluyó que las personas que poseen nombres extraños presentan una mayor tendencia a padecer “severa perturbación emocional” que en aquellos con nombres comunes.
En 1948, dos investigadores de la Universidad de Harvard encontraron que los varones con nombres inusuales o excéntricos, eran más propensos a mostrar rasgos neuróticos. Ese mismo año, los psicólogos Houston y Sumner, de la Universidad de Howard, también en Estados Unidos, llegaron a la misma conclusión en su análisis pero con el sexo femenino.
Estudios más recientes, publicados entre 2008 y 2011, indican que los nombres comunes son los más favorecedores, ya que las personas que tienen nombres familiares y fáciles de pronunciar, causan mejor impresión, alcanzan puestos más altos en las empresas y son contratados antes.
“Con el nombre, a un niño puedes darle protagonismo o exclusión. Un nombre complicado genera poca integración”, comentan los expertos.
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