Cuando me dijeron que me provocarían el parto y pusieron fecha al nacimiento de mi hija, sentí alivio. Al menos me deshice de esa sensación de tensa espera, de ese miedo a no saber si serás capaz de reconocer o no las contracciones, o si estarás preparada. Llegarían nuevos sentimientos, eso sí. Entre ellos, la ilusión y deseos de ver por fin la carita del bebé. Pero al menos me sentía más segura.
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