Julie Marburgues no pudo más y explotó. Después de dos años de dedicación y entrega a la docencia, vio que era incapaz de controlar a alguno de sus alumnos más rebeldes y maleducados. Así que decidió escribir una carta, sincera y rotunda, desconcertante, arrolladora. Real. Una carta dirigida a los padres, esos mismos padres que piden respeto y delicadeza con sus hijos. Que les sobreprotegen sin ser conscientes del error que cometen.
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